Nace de una reflexión de cómo se utiliza una vivienda, es decir, de cómo se vive.

Esta reflexión lleva a plantearnos algunas respuestas, que se proyectan como volúmenes en la composición del proyecto. Así, se vive en un espacio de día, lleno de luz y de espacio; también se vive en una zona íntima, más modesta y protegida; se vive en una zona de estudio, que aprovecha la luz indirecta y todo ello se conjuga de manera que unos volúmenes destinados cada uno a un fin se armonizan dando lugar a un conjunto.

A la hora de plantear el proyecto, tenemos la suerte de poder utilizar todas las fachadas, lo que permite realizar un diálogo juego exterior/ interior mediante un patio, el corazón de la vivienda. El corazón y el alma, pues la luz es la verdadera protagonista, mediante visiones cruzadas, iluminaciones indirectas, esto es, un juego armónico de luz en el interior y sobre los volúmenes.

La materialidad de la vivienda, basada en una austeridad, se concreta en un juego de tectónico de volúmenes de ladrillo visto, conjugado con la carpintería de aluminio, dejando el protagonismo únicamente a estos, no interfiriendo en distorsiones: una vivienda que lleva hasta las últimas consecuencias una idea inicial: un volumen para cada espacio, un espacio para cada uso, un conjunto de espacios para vivir.